(Por Olga Cristóbal, Política Obrera, Tendencia del PO de Argentina) 29/10/2020
El gobierno polaco anunció que el Ejército intervendrá para responder a “actos de barbarie, vandalismo y agresiones”. El primer ministro ultraderechista Mateusz Morawiecki aludió así a las protestas multitudinarias que continúan desafiando las restricciones impuestas por la pandemia y conmueven las grandes ciudades y también, inéditamente, pueblos y zonas rurales del país. El pasado viernes 30 de octubre el país vivió una nueva ola de manifestaciones sumando más de una semana de protestas.
Las movilizaciones repudian la virtual ilegalización del aborto que decidió el Tribunal Constitucional – el intento fracasó hace un par de años en el Congreso. Pero también, según los medios europeos, las movilizaciones “avanzan hacia un cuestionamiento total del régimen” en un momento en el que el país se acerca a una recesión. Algunas pancartas dicen “Ojalá pudiera abortar mi gobierno”.
El fallo impulsado por el partido ultracatólico nacionalista en el poder, Ley y Justicia (PiS), admite el aborto solo ante peligro de muerte para la embarazada o embarazo resultante de violación o incesto. En la práctica, significa la prohibición de todos los casos. Los hospitales ya suspendieron las intervenciones programadas.
El lunes hubo más de 250.000 personas en Varsovia y 60.000 en Breslavia y la semana se cerró con más movilizaciones multitudinarias. En Varsovia, los manifestantes, en su mayoría mujeres jóvenes, bloquearon avenidas, paralizando el tráfico en la capital. Sus pancartas dicen: “El infierno de las mujeres”, “Tienen las manos manchadas de sangre”, “Queremos elegir” o “¡Es la guerra!”. En la Polonia ultracatólica, grupos de jóvenes entraron a las Iglesias y se sentaron en el suelo, interrumpiendo las misas. Los activistas de extrema derecha, apostado en las Iglesias, provocan e incluso golpean manifestantes.
El rechazo al clero es masivo: en los últimos meses, las iglesias han sido embadurnadas con los colores del arcoíris y los nombres de los adolescentes que, según los informes, se suicidaron después de acoso debido a su orientación sexual (TWP 25-10). En Konstancin Jeziorna, un populoso suburbio de Varsovia, un monumento al Papa Juan Pablo II fue rociado con pintura roja, una afrenta contra un héroe nacional antes impensable.
El miércoles 28 el movimiento de mujeres impuso una huelga general: “No vamos a trabajar ni a la escuela ni a las universidades. Tampoco abrimos las empresas. Tenemos que detener esta Polonia por un tiempo y hacer una nueva”, anunció la activista del partido político Primavera, Marta Lempart.
“Las protestas son de una escala que no se había visto en Polonia desde 2016, cuando un movimiento de base movilizó 200.000 mujeres y obligó a Jarosław Kaczyński a retroceder en el intento de criminalizar el aborto”, apunta The Guardian (28-10).
El viceprimer ministro del PIS, Jaroslaw Kaczynski, incitó a “defender las iglesias, atacadas por primera vez en la historia de Polonia”. “Llegó el tiempo en el que debemos saber decir no a quien quiere destruirnos”, exhortó Kaczynski, una bestia negra que hace campaña sistemática contra los derechos de las mujeres, de las disidencias sexuales y de los inmigrantes. Otro líder de extrema derecha, Robert Bąkiewicz, anunció que los grupos nacionalistas crearían una “guardia nacional” para defender a los templos.
Los fascistas están jugando con fuego. “Grupos sociales que tradicionalmente no están alineados con el movimiento a favor del derecho a decidir en Polonia se están movilizando en apoyo de las protestas. El domingo, los agricultores de la pequeña ciudad norteña de Nowy Dwór Gdański formaron una procesión de tractores, y el lunes otros agricultores, el gremio de los taxistas y el sindicato de mineros del carbón se sumaron a las movilizaciones”. Un letrero en un tractor decía: “Queremos elección, no terror PiS”. El sindicato minero declaró que “un estado que asume el papel de máximo árbitro de la conciencia de la gente se dirige hacia un estado totalitario” (TWP, 26-10)
Este año, Polonia pasará de una de las tasas de desempleo más bajas de la UE antes de la crisis del coronavirus a casi el diez por ciento. Las movilizaciones por el aborto son el comienzo.